Lucía by Bernard Minier

autor:Bernard Minier [Minier, Bernard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-12-15T00:00:00+00:00

32

Domingo por la noche

Por los cascos sonaba un tema de My Chemical Romance. Gerard Way cantaba I don’t Love You en un tono deprimente. En la tienda de campaña Ulysses Joyce paró la música. Era tarde y tenía sueño. Justo en ese momento oyó otro ruido.

Se quitó los voluminosos cascos blancos. Aguzó el oído. Nada. Ni el más mínimo sonido.

Iba ya a dejar los cascos sobre la barriga para reclinar la cabeza en la pequeña almohada colocada en el interior del saco de dormir y cerrar los ojos cuando oyó el sonido inconfundible de unos pasos que subían por las escaleras en dirección a la planta baja, delante del laboratorio de Criminología.

¿A las dos de la madrugada…?

A esa hora nunca había nadie allí abajo. La única excepción había sido Alejandro, que lo había acompañado durante las largas noches que habían dedicado a desarrollar el proyecto DIMAS.

Se irguió en la cama plegable que utilizaba cuando se quedaba trabajando hasta muy tarde y no le apetecía atravesar la desierta ciudad a pie. En esos casos sólo se quitaba los zapatos y dormía vestido. Su pulso se aceleró un poco. Un segundo después estaba sentado en el borde de la cama.

Salió de la tienda alumbrándose con el teléfono. Al cabo de un par de segundos había encendido los fluorescentes y abierto la puerta del laboratorio que daba al pasillo y a la escalera.

El sótano estaba a oscuras, pero había luz en la planta superior. Eso era totalmente irregular… «Calma, Ulysses, quizá sea… ¿Qué? ¿Un fantasma que sabe encender la luz? Nunca hay luz a esta hora y tú lo sabes…»

El joven estudiante subió las escaleras a la carrera.

Y llegó al espacio comprendido entre el gran patio bañado por la luz azulada de la luna, al otro lado de la pared de cristal, y el pasillo de las aulas. A través del cristal, la hierba rasa brillaba en el claro de luna y la gran secuoya proyectaba su afilada silueta hacia las estrellas.

Al verse vencido por el pánico, Ulysses se rio de sí mismo. ¿De qué tenía miedo, al fin y al cabo? Cuando estaba a punto de volver a bajar por la escalera, oyó el ruido de nuevo.

«Mierda, ¿qué ha sido eso?»

El sonido provenía del fondo del pasillo que había tras él, de una de las aulas. Ulysses se dio la vuelta y enfiló el pasillo tenuemente iluminado. Sus pasos resultaban un tanto escandalosos en aquel absoluto silencio. Habría preferido que hubiera ruido, mucho ruido, pero en el edificio no quedaba nadie, aparte de él y de… En fin, de quien fuera que hubiese producido esos sonidos, naturalmente. Siguió avanzando por el pasillo, con la garganta cada vez más seca. La puerta de una de las aulas estaba entreabierta. El resquicio era de unos centímetros.

«Genial. ¿Y ahora qué hacemos?», pensó.

La aprensión era un ente vivo en la boca de su estómago. Empujó despacio la puerta…

Y se paró en seco, sintiendo un escalofrío en las cervicales: allí al fondo había alguien…

Sobre la tarima. Sentado

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